martes, abril 19

Flojita y cooperando

Muchas veces sufrimos en balde, como decimos los tapatíos.
Buscamos que la vida, que las situaciones o que las personas respondan a nuestras expectativas. Doloridos nos quejamos de que eso no debió de ser así, pero así es.
Si no resulta como queremos que resulte, está mal.
Darwin descubrió en su teoría de la evolución que los seres que lograron adaptarse a las circunstancias adversas fueron los que le ganaron la batalla a la vida y con la vida la adaptación les llevo a la evolución. Desafíos a los que no estaban acostumbrados les obligaron a desarrollar nuevas formas de alimentarse, de moverse, de camuflarse, de reproducirse y sobre todo de vivir. La flexibilidad en cuanto a la adaptación supone ya de por si un beneficio a favor de las especies.
Con nosotros sucede igual, hemos de irnos adaptando a las diferentes circunstancias que nos propone la vida, pues nunca sigue siendo igual, ni siquiera un día con el anterior. Cada día supone un reto, una nueva forma de encarar la vida. Lo habitual de repente se muestra diferente y surge el desconcierto, ese mismo desconcierto al final genera lo que Piaget llamó crisis y era el preámbulo de un nuevo conocimiento.
Un poco complicado, pero es así como vamos por la vida, aprendiendo y si somos afortunados desaprendiendo. Aprendiendo que la gente se comporta de determinada manera, desaprendiendo esa forma de comportarse cuando nos enfrentamos a culturas diferentes. Aprendiendo que nuestros padres son amorosos y desaprendiendo porque nos damos cuenta que la autoridad no tiene porque ser igualmente amorosa.
Un conocimiento posterior, muchas veces no tiene porque reforzar al anterior, sino que incluso puede surgir como contradicción del otro. La adaptabilidad nos permite afrontar la crisis del desengaño sin mayores consecuencias, es esa flexibilidad la que ayuda a afrontar el cambio y (parafraseando a Darwin) evolucionar. Las nuevas circunstancias proponen un reto, pero también ofrecen una nueva perspectiva enriquecedora, aunque nos mueva de la zona de confort que supone lo familiar y conocido.
La idea es soltarnos, aceptar que no todo es como ha sido siempre, que si la gente no responde a nuestras expectativas tal vez suponga que somos nosotros quienes esperamos una quimera y estamos siendo injustos con la gente. La idea es dejar atrás la rigidez que supone pensar que todo es y será de la misma manera, dejar que la vida nos sorprenda con sus exigencias innovadoras e interesantes. Permitir que el dolor que muchas veces acompaña al cambio y la pérdida, se convierta en maestro sabio y confiable.
No se trata de ser voluble, dando al traste con creencias anteriores, se trata de ir adaptando nuestra esencia original a los retos que se van presentando. Se trata de reconocer que si los demás son como son, es porque nosotros también lo somos, y si ellos no han de influir para cambiarnos de acuerdo a lo que esperan de nosotros, tampoco tenemos el derecho de hacer lo propio con ellos.
Se trata de saber con certeza que a la única persona que podemos cambiar es a uno mismo. Eso sí, adecuándose al molde que abiertamente nos ofrecen las circunstancias.

miércoles, enero 26

Una rata fea

Nuestra serpiente pitón se va volviendo mayor y exige como alimento presas cada vez mas grandes o en mayor cantidad. Compré tres jerbos con la esperanza de que en su prolífica existencia nos surtieran de alimento para mucho tiempo, pero las semanas pasan y los jerbos están cada vez más contentos pero nada de hijos.
Dado que mi marido partiría a Londres por trabajo y por mucho tiempo decidió para hacerme la vida más sencilla, comprar una rata joven y dársela, de modo que de un solo bocado la serpiente quedara satisfecha. Excelente idea, me pareció estupenda, sólo puse una condición, no me quería involucrar en el espectáculo de caza y captura del bicho. Él le daría la rata y yo permanecería ajena al festín gastronómico.
La dependienta nos atendió con diligencia, fue por una rata y volvió con una discreta caja de cartón con la victima dentro. Mi marido pidió ver el tamaño de la rata y abrió la caja, yo en calidad de segundo participante me asomé también. La rata era preciosa (si preciosa puede ser una rata). Era un color capuchino muy clarito y la cara era de asombro, tristeza y ternura, o por lo menos así me pareció. Le dije a la dependienta que no podíamos enviar a la ejecución una rata tan bonita. Ella lo resolvió enseguida, me trajo una rata fea. Y ya no la vi, ni mi marido ni la dependienta me dejaron mirar dentro de la caja. Al llegar a casa, mi esposo puso al animalito dentro del terrario de la serpiente y nos olvidamos del asunto. Por lo menos yo lo olvide, hasta al día siguiente, en que me encontré con la rata fea, viva, había logrado sobrevivir al acoso incesante de la voraz asesina, y se encontraba muerta de miedo esperando que alguien la rescatara. Esto lo deduje porque cuando me vio se pego al cristal moviendo con desesperación las patas.
La rata podrá ser fea, pero me conmovió.
Le abrí la puerta, la saque, le acomodé una jaula incluyendo una hamaca que le hice con una toalla vieja. La rata no sólo resultó agradecida, sino muy lista (aquí entra la teoría de Darwin sobre la supervivencia).
Ahora forma parte, junto con los jerbos de la familia, le pusimos, como no podía ser de otra manera, “Beti la fea”.

martes, enero 18

En el funeral

Uno se muere decentemente y resulta que los deudos se encargan de torcerle la muerte al muerto. Ellos eligen la ropa que ha de llevar, con tan mal tino que quien se muere se queda desfavorecido o en el peor de los casos hasta desvestido para toda la eternidad. La última fiesta para el difunto y le ir toca recibiendo a los invitados en traje que no ayuda a su imagen con cara de estatua de cera, y a lo peor desnudo como llego al mundo, tapado por las telas de satín que acompañan a la caja pero sin zapatos.
Y luego vienen los llantos acompañados de mocos, pañuelos y chistes malos o buenos, pero que el difunto ya no escucha, o hace como que no se da cuenta para no morirse de risa y matar del susto en el mismo intento a los acompañantes que en sigilo buscan la manera de pasar el mal trago de la mejor manera.
Y es que para ser muerto hay que saber estar. Callado, sin queja, sin movimiento, con los ojos cerrados con anterioridad para que la mirada perdida no se encuentre en las pupilas de quien se acerca a la caja para verificar que el muerto murió con aire de placidez. Menudo susto para quien se vea reflejado en las pupilas vidriosas de quien antes de morir miraba.
Le rezan y le cantan, le dicen poesía y le escriben versos, y el muerto por estar difunto no puede decir nada, ni siquiera levantarse e irse por el enfado de escuchar lo mismo que además a veces ni siquiera tiene que ver con él. Lleno de flores, de olores, con las ganas del café de sobre, de las galletas y de escuchar el final de ese cuento tan bueno que por llegar más acompañantes se perdió de oír. Si en ese momento, quien muere no sabe lo que sucede al final de cuento, ya no lo sabrá por toda la eternidad.
Lo único bueno de estar muerto, es que es ya no le toca pagar por un festejo, que de todos modos tampoco le han permitido disfrutar.

viernes, octubre 15

¿Y donde están los viejitos?

No hace mucho, mis padres asistieron a una boda. Sentados con los amigos de su generación se dedicaban a observar y hacer comentarios entre ellos acerca de los demás asistentes al evento. De pronto una de las amigas comenta, ¿Se han dado cuenta que ya no van viejitos a las bodas? Lo que no se habían dado cuenta era que ahora ellos eran los viejitos.
No nos damos cuenta del paso del tiempo hasta que llega alguien más joven y nos lo recuerda. A partir de alguna edad, no se con certeza cuando comienza, dejamos de tener los años conscientes en el cuerpo para convertirnos tan solo en la manifestación de nuestra propia vida. Y se nos pasa por alto si estamos jóvenes o viejos, somos tan solo el nombre y la identidad que nos caracteriza, y gozamos como adolescentes con aquello que nos hacía gozar. Y si tenemos la suerte de conservar el alma de niño nos olvidamos de formas y protocolos y de repente nos volvemos incluso traviesos.
¿Cuándo comenzamos a ser viejos? No lo somos con respecto a nosotros mismos, pues a fuerza de mirarnos el espejo cada día, hemos ido conformando el cambio sutil sin apenas notarlo, y al vernos adivinamos, entre las arrugas prematuras o no, los rasgos del que fuera nuestro rostro joven.
El haber vivido con plenitud y gozo cada etapa de nuestra vida nos permitirá llegar a la última de ellas sin apenas darnos cuenta qué tan largo ha sido el camino recorrido. Sin embargo, ocurre que muchas veces, la persona ha buscado la fuente de la eterna juventud en un abierto rechazo a las consecuencias del paso del tiempo.
Y siente el miedo de envejecer cuando envejecer en realidad es llegar a destino. Es recoger maletas y recuerdos y aventurarse al maravilloso periodo de recapitular sobre el viaje. No es perder, sino hacer recuento de lo ganado.
Y de repente se encuentra comenzado a envejecer con el alma, tratando de mantener al cuerpo joven. Tratando de ganarle a la vida en medio de un esfuerzo inútil. Resulta tan cansado y tedioso que la lucha implacable contra el paso del tiempo termina por devolver del espejo una cara sin rasgos afines a los rasgos de la infancia y juventud, termina por devolver unos ojos fatigosos, apagados y llenos de temor y hastío. Termina por recibir con susto la certeza de que los viajes no pueden ser prolongados más allá de destino.
¿Dónde están los viejitos? Los abuelos cariñosos que sentados en la banca del parque, tomando el sol como los pajaritos, se dedican a compartir hazañas con los compañeros de generación. ¿Dónde están esos viejos? que como adolescentes se reúnen en grupo a dejar pasar el tiempo por el gusto de mirar cómo pasa, de estirar las piernas en la banca y compartir, ya no fantasías, como en sus años mozos, sino recuerdos tapizados de musgo fresco, llenos de vaho de nostalgia.
Ahora los viejitos están escondidos en casas de descanso, en asilos de ancianos, visitados una vez por semana, o abandonados para siempre. Los de afuera están estirados de cuerpo pero arrugados de alma. Con implantes y viagra, buscando la juventud perdida porque en la sociedad donde vivimos, resulta que es indecente llegar a viejo y que se note.

jueves, abril 15

Ser sin ser el otro

¿Qué tiene que ver cuando una madre madura vive el vuelo de su hija, topándose con la aparente indiferencia de la que hasta hace poco fue su niñita? ¿Qué tiene que ver cuando esa misma madre se encuentra con la sensación de que su vecina también la trata con indiferencia, y cuando la hermana enferma no quiere aceptar sus cuidados y a su juicio también la trata con indiferencia? Son tres situaciones que en apariencia no se pueden equiparar, sin embargo tienen un elemento en común, quien lo vive lo percibe como el no reconocimiento de los demás. Circunstancia que termina por llenarla de ansiedad, sobre todo si tiene necesidad de seguir siendo requerida para brindar apoyo.
Muchas veces la vida nos permite vivir la misma situación desde diferente óptica y depende de nosotros comprender que aquello que nos incomoda del otro, solo es un reflejo de nosotros mismos.
Son eventos sin aparente conexión, una amiga, una hija, el cajero del supermercado, todos pueden estar “tocando” nuestro punto flaco, irritándonos tal vez, o alterando nuestro equilibrio sin causa ni coincidencia aparente.
Yo lo veo como la lección que se ha de repetir hasta que queda comprendida. A veces uno vive en carne propia el protagonismo, y otras pareciera que les ocurre a otros cuando en realidad estamos involucrados de nuevo, pero sin tanta relevancia aparente. Si nos afecta, molestándonos, poniéndonos tristes, o generando alguna emoción tiene que ver con nosotros mismos, la pregunta es ¿Por qué me incomoda esta situación?
No es fácil dar respuesta, resulta como la viga que no vemos en nuestro ojo por estar concentrados en la paja del ajeno. Es fácil expresar un veredicto, sabiendo de sobra lo que el otro ha de hacer. Es decir, si me incomoda es porque “el otro” lo está haciendo mal.
Y en la incomodidad pedimos que la otra persona nos comprenda, que se ponga en nuestro lugar y cambie, siempre de acuerdo a nuestra propia necesidad. Pero a la única persona que podemos cambiar, porque ya está en ese lugar en donde intentamos poner al otro, y porque es la única persona sobre la que tenemos influencia para lograr un cambio, es al “yo mismo”.
Es decir, que solo el yo puede actuar sobre el yo.
Pretender saber lo que le más le conviene al otro es faltarle al respeto, pues no tenemos el derecho, mucho menos el deber, de dirigir la vida de alguien más. Hay situaciones en que las circunstancias nos involucran en el devenir del otro de una forma más inmediata y contundente, como cuando ejercemos el rol de la paternidad, y como padres nuestra obligación nos pide orientación y guía hacia nuestros vástagos, pero nunca imposición, pues aun con toda la experiencia acumulada y la sabiduría que nos dan los años, no seremos capaces de saber qué es lo mejor para ellos, sobre todo anclados desde nuestras circunstancias y nuestra historia de vida. Es posible intuirlo, pero habrá que tomar en cuenta que cada vida, aun siendo cercana como lo puede ser de un familiar, es incomparable a las de los demás.
Si somos incapaces de vislumbrar todo el panorama de nuestra propia vida, con mayor razón estaremos siendo pobres en nuestra apreciación con respecto al panorama de la vida de los demás.
Respetar es comprender que si el otro difiere de nosotros no es porque esté equivocado o con el rumbo perdido, sino porque es diferente y su vida está siendo también diferente. Es comprender que si nos incomoda, nos hace daño o nos duele no es por el otro sino por nosotros.
De manera que lo mejor que podemos hacer es situarnos en nuestra realidad y desde nuestra perspectiva indagar si lo que vivimos no tiene que ver con el otro, sino con una lección no resuelta con nosotros mismos.

lunes, noviembre 30

Heroe o villano

Ahora resulta según las pesquisas de un moderno investigador que ha venido zambullendose en la historia de la época medieval, que según un manuscrito del siglo trece Robin Hood no era el héroe que robaba a los pobres para dar dinero a los ricos, sino un malhechor, nada romántico que era repudiado por todos y por lo mismo había de esconderse en el bosque junto a sus secuaces. Supongo que como todos los villanos de esa época no era sino un proscrito que robaba, y apaleaba a los habitantes de las villas, y la historia termino por hacer de él un héroe ficticio, pero mucho más interesante.

La historia con el tiempo termina por ofrecer al mundo la versión que resulta mas adecuada, pero no la más real.

Una vez escuche decir que había que vivir de tal manera que no se hablara mal de alguien, aunque lo que se hablara no fuera real, en el caso de Robin Hood, esto no ha funcionado en absoluto. Y supongo que en el caso de los demás tampoco funciona pues la verdad siempre sale, tarde o temprano, a relucir.

Resulta innegable que cada ser humano desea dejar rastro por su paso por el mundo, plantar un arbol, escribir un libro o tener un hijo llegan a la misma conclusión, el deseo de trascender, como una manera fina de burlar a la muerte.

sábado, noviembre 7

Soy la misma con lo mismo..

Pareciera que las acciones pasadas, así como nuestra conducta, y reacción ante determinados acontecimientos han de condicionar nuestras futuras representaciones. Como si el estigma de haber fracasado se convirtiera en profecía constante.

De repente nos vemos ante la vida elaborando enrevesados discursos para justificar una conducta que hemos adoptado no solo como propia sino que además continuamos aduciendo que se trata de un rasgo inherente a nuestro carácter.

Permanecer siendo como hemos sido esta bien si además ha resultado positivo, habiendo permitido el desarrollo y evolución continua. Si en nuestra forma de ser nos hemos relacionado con los otros sin ataduras ni complejos. Si nuestro comportamiento no ha representado sino la oportunidad de seguir desarrollando nuestra labor de la mejor manera. Pero en más de una ocasión habremos de modificar la propia conducta con el objetivo de modificar futuros resultados.

La formula es sencilla de explicar, lo mismo que los ingredientes para preparar un pastel, si en cada ocasión se integran los mismos elementos en las mismas cantidades, mismo tiempo de horneado, a la misma temperatura, el resultado final siempre ha de ser el mismo. Las relaciones entre las personas siguen el mismo patrón. Cada palabra, cada acción, cada comportamiento por sutil que parezca conlleva el resultado de siempre, si se repite. Incluso los pensamientos, aunque no se lleguen a exteriorizar condicionan resultados. Mucha gente se pregunta porque siempre le sucede lo mismo, la respuesta en este caso tiene que ver con que siempre sigue haciendo lo mismo.

Es verdad que existen variables que habría que tomar en cuenta, como la situación del país, que atraviesa por una crisis económica, crisis de valores y crisis de inseguridad. A estas alturas es difícil creer que un cambio de actitud dará por resultado un cambio de vida. Y sin embargo basta mirar alrededor, son muchos los que viven las mismas circunstancias y sin embargo no a todos les afecta de la misma manera. Si hay algo en el mundo sobre lo que se puede tener control es sobre el si mismo de cada quien.

Al encontrarnos en la recta final del año, resulta interesante comenzar con la reflexión previa que permita la elaboración de propósitos reales y fundamentados examinando la posibilidad de comenzar cambios que permitan un mayor control sobre el propio devenir vital. Haciendo hincapié en conductas que quizá no resulten tan adecuadas para obtener los resultados anhelados. Y fortaleciendo aquellas que ofrezcan nuevos y mejores resultados.

El cambio es posible, no nacimos permanentes ni en carácter ni en situación. Es sólo una ilusión aparente que a la larga produce sufrimiento. La apertura al cambio, con la flexibilidad que esto implica, permite un mayor control sobre la vida. Pues por muy complicado que se presente el camino, siempre habrá un nuevo recurso para seguir adelante.

jueves, septiembre 24

Vivir en la Fé

La vida a veces deja de ser un agradable paseo, en donde podemos detenernos a contemplar el sonido de la naturaleza, saludar a los amigos y aspirar el aroma de los arboles frutales que adornan el camino. Muchas veces se convierte en el aparatoso equilibrio sobre la cuerda floja.

Nadie se encuentra exento de ello. Las variadas circunstancias, por insignificantes que pudieran parecer al principio, dan al traste con el panorama idílico poniéndonos de repente al borde de un insospechado precipicio. Muchas veces la única opción posible es seguir avanzando, con mucho más cuidado, sin más atención que la concentración total sobre el camino que se va llevando a cabo, dejando atrás el paso ya dado, sin mirar atrás, ni al frente. No hay que mirar al cielo, pues se sabe que ahí esta, ni hay que mirar al suelo pues se trata de una amenaza constante en caso de perder el equilibrio.

No es imposible salir de la cuerda floja, exige atención total, exige confianza, destreza y sobre todo exige fuerza y coraje. La vida muchas veces es así, mirar al pasado, o al futuro distrae tanto que se pierde el ritmo del camino. Habrá un final, pues siempre ocurre, muchas veces no es feliz como sucede en las idílicas películas de Hollywood, pero la vida tampoco es cine, ni pagamos por salir contentos. Los finales muchas veces representan un alivio para la situación, aunque este alivio deje al corazón dolorido y al cuerpo agotado.

En la marcha cada paso es el presente, el momento que surge cada día, y exige se resuelva de la mejor manera acomodando el pie que prevé el próximo movimiento. Sin embargo no podemos andar el camino de una cuerda floja con solo los recursos de nuestro propio cuerpo, los equilibristas más experimentados nunca se aventuran sin el apoyo de su barra que le brinda equilibrio. Nuestra barra de equilibrio se llama fe.

Salimos adelante cuando nuestra propia fe se encarga de dar armonía como si de una barra de funámbulo se tratara, dando mayor peso, ajustando el paso, y sobre todo proporcionando seguridad en la marcha. Una barra que se alterna entre arriba y abajo, pero no mucho. Entre adelante y atrás pero tampoco mucho. Pero que no soltamos, porque sabemos que al momento de soltarla estaremos perdidos a merced del viento o de la más leve llovizna.

Y cuando el tiempo difícil ha terminado, y volvemos a pisar tierra firme y encontrarnos de nuevo ante el camino llano, la fe sigue siendo útil, ayudando a apoyarnos en ella, para ayudar al viajero que se ahoga, o para alcanzar los frutos maduros en lo alto del árbol.

Siendo una dadiva tan útil, ¿Por qué vamos a prescindir de ella?.

lunes, septiembre 21

Reflexión

"...No se sopla al viento, pues se ha de llevar el aliento infructuoso del soplador acabado por el soplido..."

domingo, septiembre 20

Seguidores

Tengo 5 seguidores, me siento afortunada, sobre todo porque los conozco y los puedo nombrar con cariño. Gracias Adrian, Carmelita, Manuel, Sangeles y Paty. Muchas gracias por leerme.

sábado, septiembre 19

Re-conocimiento

Ya hay confirmación científica de la existencia de muchos más planetas con condiciones similares a la tierra dentro de la Vía Láctea. Los científicos no lo dicen, pero el sentido común nos lleva a la conclusión de que si hay condiciones para la vida, los planetas han de tener vida.

Y pensando mucho sobre ese supuesto, imagino que aun habiendo condiciones similares, la vida no ha de manifestarse en igual forma que la terrícola, supongo que ha de resultar como los idiomas, todos tenemos la misma capacidad de reproducir sonidos, fisiológicamente somos iguales, y el sonido se transmite de la misma manera, sin embargo cada comunidad desarrolló una lengua diferente, con sonidos totalmente disímiles. Así imagino la vida extraterrestre, con condiciones similares pero con patrones de evolución que difieren de los nuestros.

Ocurre que estamos tratando de conocer habitantes del espacio, cuando aun no hemos terminado de saber quien somos. Ni quien es nuestro vecino de al lado.

Estoy segura que si tratáramos de explicarnos a nosotros mismos habríamos de dar comienzo por el nombre que se nos asigno al nacer, con apellido incluido, alguno más avispado y orgulloso de su devenir antepondrá su titulo o condición. Pero eso no dice nada a quien no se encuentre inmerso en el contexto. Un apellido rimbombante en una comunidad resulta insignificante en otra. Hablar de profesión resulta igual de ineficaz, pues únicamente hace referencia al modo de vida pero no a la persona en si. Tal vez mencionar valores, virtudes y defectos acerque en cierto modo a la comprensión sobre nosotros mismos por parte del interlocutor, sin embargo no aportan más que datos sobre cada quien, pero no son nada si no los reconoce el otro.

Y es que ocurre un fenómeno muy interesante, nosotros somos en tanto nos enfrentamos al otro. Es el otro quien nos define a partir de los datos que le entregamos de nosotros mismos. Nos convertimos en mujer cuando existe el hombre, nos convertimos en buenos en contraposición del malo, y somos pequeños cuando existe el grande, adultos cuando existen los niños, y valientes cuando aparece el cobarde. Es el otro quien nos otorga identidad, quien nos reconoce. Y esa lucha por el eterno reconocimiento es la que al final forma uno de los motivos mas importantes de cada quien.

El infante busca que su madre lo mire, y por igual se portara bien o mal, si el resultado es la mirada o el contacto con la madre. Por reconocimiento nos esforzamos en una carrera, y por reconocimiento dedicamos nuestro tiempo a una buena causa. Por reconocimiento el ladrón deja pistas inconscientes que a la larga le llevan a ser descubierto. Muchas veces la búsqueda de reconocimiento se realiza de manera destructiva, y muchas mas, afortunadamente se trata de una cruzada positiva.

Tal vez, el ser humano de nuestros días, no deba enfrentar la situación de explicarse a si mismo ante un ser venido de otro mundo, sin embargo, eso no le exime de hacerlo ante sus semejantes. Ser reconocido en esencia se convierte en el motor cotidiano.

Y si es tan importante para todos, ¿Por qué no comenzar reconociendo a los que más lo necesitan y menos reconocimiento ofrecemos? Una mirada cariñosa a quien nos pide monedas en la calle, un buenos días al guardia del banco, una palmada al empleado, un sincero abrazo al cónyuge, una atención total al hijo. Una sonrisa al vecino con quien nos cruzamos en calle, no importa que no sea lo habitual, al fin de cuentas, nosotros como todos los demás, vivimos en la misma comunidad. ¿O estamos esperando una invasión extraterrestre para percatarnos definitivamente que aquí en la tierra todos somos uno y estamos hermanados?.

miércoles, septiembre 16

Con sabor a tortilla

Vivo en Madrid. Sin embargo no es la primera vez que la vida me invita a vivir en España. Esta vez he vuelto con conocimiento de causa, volviendo de nuevo a un país que amo y considero mi segunda patria. Muchos de mis grandes amigos, familia que he ido haciendo en el camino, viven aquí.

Pero no ha sido fácil, sobre todo al principio. Pasar por el desarraigo inicial cala hondo en el alma. Los referentes familiares no existen, las caras conocidas escasean. E incluso el idioma compartido, resulta un tanto confuso y da lugar a situaciones que a veces derivan por derroteros inesperados. A mi me ocurrió, y gracias a ello me hice de una anécdota que guardo como favorita y saco a colación cuando alguien comenta que lo más fácil de vivir en España es compartir el idioma. El idioma si, pero no las connotaciones.

Nada más llegar, hace más de 20 años, convencí a quién era mi marido, chef de profesión, que aprovechando el mucho interés por México por parte de nuestros vecinos santanderinos, y la poca oferta culinaria a ese respecto, montamos un restaurante mexicano con riguroso apego a la tradición. El trato fue que mientras él se encargaba de cocinar yo haría las tortillas, torteando a mano, para darle mayor sabor artesanal. El restaurante funcionó, y tímidamente nuestros primeros clientes se dejaron llevar por la nueva aventura. Cada día vivía con más orgullo mi cargo de tortillera mexicana.

Pero las palabras cambian de una región a otra, lo descubrí de la manera más inocente en el lugar menos apropiado. Estando en la fila de un banco abarrotado.

Una buena señora, aburrida de esperar como yo, me preguntó si yo no era de ese lugar, con orgullo le respondí que era mexicana y que tenía mi trabajo en el pueblo cercano; ¿En que trabajas? me preguntó. Pretendiendo aprovechar la ocasión de hacerme con una nueva clienta para el restaurante, le respondí que era tortillera, y me dispuse a comentar el arte y el mimo con el que se prepara la cocina mexicana, comenzando por la elaboración de nuestras sabrosas tortillas. La señora no me dejo terminar, abrió los ojos como platos, y comentó con evidente disgusto: ¿Y lo dices así, con ese desparpajo?

(En España la connotación de tortillera es lesbiana).

Yo pensé con ingenuidad que no tenía idea de la cocina mexicana y seguí con mi labor de mercadotecnia: Señora, le dije armándome de paciencia, estoy segura que opina así porque nunca lo ha probado, quien lo prueba no deja de repetir, porque es riquísimo. Ella seguía en sus trece: Estoy segura que no me va a gustar, es más, me decía, no quiero saber nada de eso. Yo insistía alabando con prudencia las bondades de mi cocina: Eso dice porque no conoce, ¿cómo saber que no le gusta, si no lo prueba?-

La gente del banco no perdía detalle de la conversación.

Eres muy jovencita, me decía, para ya estar metida en esto. ¡Que va! Yo insistía, si en México, hay chicas mucho más jóvenes que yo que se dedican también a la tortilla, y no es difícil encontrar a la abuela, la madre y las hijas torteando al mismo tiempo..!

¡¡Madre mia!!, decía la buena señora, ¡¡no pensé que en México hubiera tanta!!...

Señora, le dije yo, para darle más importancia a mi cargo, si en México ¡¡ Hasta tenemos un sindicato!

martes, septiembre 15

Empresas envasadas en sueños

Los grandes logros siempre comienzan por un sueño. Pero hay que tomar en cuenta que los sueños han de estar cimentados para poder convertirse en metas, sino se quedan como sueños.

Hay muchos ejemplos de gente que sin recursos salio adelante mostrando al mundo que el ingenio vale más que tres millones para invertir en un nuevo negocio. Hubo un tiempo que en Guadalajara (México)se vendían unas galletas en los semáforos que las ofrecían unos chicos vestidos de chef. Leí la historia en una revista y me asombró el ingenio. Este chico se había quedado sin trabajo, trabajaba de chef repostero en un restaurante y de pronto estaba en la calle, sin dinero y una familia que mantener. Así que invirtió lo poco que le quedaba en ingredientes, fabrico sus galletas, las empaqueto en celofán y salio a la calle a venderlas, con su uniforme de chef para causar buena impresión, en un semáforo. A las dos horas sus galletas se habían vendido y había duplicado su inversión.

Conocí a otro amigo, que al llegar a Guadalajara lo hizo sin un peso. No traía nada, porque el suponía que los cambios de vida han de ser radicales, y comenzando de cero. Le bastó comenzar con una camioneta y lo suficiente para una semana. Compro cereales en el mercado de abastos, y averiguando cuales eran los tianguis de los pueblos cercanos se puso a venderlos. Yo lo ayude un día en la venta. Ese día hizo dos mil pesos de caja, pero no era día especial, era la caja de cada día. Otra amiga mía, se puso a vender mariposas blancas en cajitas para las bodas, no se que fue del negocio, pero me encanto la idea.

Hay algo que he aprendido de ver a gente como ellos. Lo primero es que toman su situación como una oportunidad de comenzar de nuevo, una maravillosa oportunidad. Se dan cuenta que lo que viven es solo una circunstancia incomoda tal vez, pero no definitiva. Su leguaje es siempre propositivo, y están ahí, viendo cual puede ser la oportunidad.

Una profesora en la carrera nos hizo un ejercicio que me gusto mucho. Tiene que ver con encontrar oportunidades, con descubrir posibilidades y con encontrar viabilidad a los sueños para llegar a convertirlos en proyectos. La idea es anotar en una papel todo aquello que la persona prefiera hacer, por mas loco que parezca, podría ser fabricar jabones, pero también ser payaso de fiestas infantiles, tal vez organizar despedidas de soltera y baby showers, no tiene que ver con que lo que se crea que puede funcionar, sino con lo que apasiona, con lo que se disfrute. A mi por ejemplo me gusta mucho escribir, así que yo elegi escribir cartas de amor y venderlas, o cuentos infantiles, o redacciones para revistas, o columnas para el periódico. Después de una sincera reflexión que permita la depuración de la lista anterior, habrá que seleccionar aquello que suponga mayor viabilidad. Pueden ser tres opciones, en realidad no hay limite. Es aquí cuando se pide desarrollar el proyecto, paso a paso, respondiendo los cómo, cuándo y dónde, los con qué, con quién y cuanto.

Aquí hay una idea que esta funcionando de maravilla. En lugar de vender cosméticos o tupper ware en las casas, se están vendiendo artículos de sex shop, la idea es la misma una reunión de amigas, para dar a conocer de manera distendida todo lo que hay en cuanto a este tipo de juguetes y alternativas. Se pasan un buen rato, se ríen mucho y al final cada quien se va con algún pedido.
Otra persona me dijo en una ocasión que la idea es "comprar y vender, pero nada fabricar". Según él el comercio es la mejor forma de ganar dinero. Pero en eso no esta nada escrito, Bill Gates les dio al traste fabricando software. Tampoco nadie creía en él, comenzó como los grandes que se han hecho a si mismos, en el garaje de su casa.

La cuestión es darle un pretexto a la gente para hacerse con el producto, o servicio, la gente esta deseando comprar, pero quiere comprar aquello que le convenza, que le llene una necesidad, si no llena necesidades no sirve. ¿Y que necesita la gente? Somos gente ¿que nos hace falta? Supe de un marido se estaba "alquilando como marido" haciendo todos aquellos arreglos de casa que los maridos no tenían tiempo de hacer

Estar ahí, es lo que marca la diferencia. Aquí por ejemplo hay una pareja de mexicanos que acaba de llegar, están pasando apuros económicos, yo los he invitado a la casa un par de veces. También les hice una primera compra. No me han vuelto a llamar para preguntarme si hay algo que me haga falta. Me llaman cuando a ellos les hace falta algo, pero no para interesarse por mi. Se que de estarme preguntando si aun tengo salsa valentina, o chiles jalapeños, o solo para informarme de un nuevo producto, o si me ha gustado lo que ellos me surtieron seguro que yo habría comprado mas.

No hay negocio pequeño, ni hay sueños inalcanzables. Pero los negocios, al igual que los sueños se van cimentando cada día, con cada pasito que damos, con constancia, con amor y sobre todo con alegría. Dicen que las cosas se han de hacer por convicción y no por obligación. Disfrutando lo que se hace. Quien disfruta haciendo se convierte en el triunfador de su trabajo.

lunes, septiembre 14

Re-conocimientos

Ya hay confirmación científica de la existencia de muchos más planetas con condiciones similares a la tierra dentro de la Vía Láctea. Los científicos no lo dicen, pero el sentido común nos lleva a la conclusión de que si hay condiciones para la vida, los planetas han de tener vida.

Y pensando mucho sobre ese supuesto, imagino que aun habiendo condiciones similares, la vida no ha de manifestarse en igual forma que la terrícola, supongo que ha de resultar como los idiomas, todos tenemos la misma capacidad de reproducir sonidos, fisiológicamente somos iguales, y el sonido se transmite de la misma manera, sin embargo cada comunidad desarrolló una lengua diferente, con sonidos totalmente disímiles. Así imagino la vida extraterrestre, con condiciones similares pero con patrones de evolución que difieren de los nuestros.

Ocurre que estamos tratando de conocer habitantes del espacio, cuando aun no hemos terminado de saber quien somos. Ni quien es nuestro vecino de al lado.

Estoy segura que si tratáramos de explicarnos a nosotros mismos habríamos de dar comienzo por el nombre que se nos asigno al nacer, con apellido incluido, alguno más avispado y orgulloso de su devenir antepondrá su titulo o condición. Pero eso no dice nada a quien no se encuentre inmerso en el contexto. Un apellido rimbombante en una comunidad resulta insignificante en otra. Hablar de profesión resulta igual de ineficaz, pues únicamente hace referencia al modo de vida pero no a la persona en si. Tal vez mencionar valores, virtudes y defectos acerque en cierto modo a la comprensión sobre nosotros mismos por parte del interlocutor, sin embargo no aportan más que datos sobre cada quien, pero no son nada si no los reconoce el otro.

Y es que ocurre un fenómeno muy interesante, nosotros somos, en tanto nos enfrentamos al otro. Es el otro quien nos define a partir de los datos que le entregamos de nosotros mismos. Nos convertimos en mujer cuando existe el hombre, nos convertimos en buenos en contraposición del malo, y somos pequeños cuando existe el grande, adultos cuando existen los niños, y valientes cuando aparece el cobarde. Es el otro quien nos otorga identidad, quien nos reconoce. Y esa lucha por el eterno reconocimiento es la que al final forma uno de los motivos mas importantes de cada quien.

El infante busca que su madre lo mire, y por igual se portara bien o mal, si el resultado es la mirada o el contacto con la madre. Por reconocimiento nos esforzamos en una carrera, y por reconocimiento dedicamos nuestro tiempo a una buena causa. Por reconocimiento el ladrón deja pistas inconscientes que a la larga le llevan a ser descubierto. Muchas veces la búsqueda de reconocimiento se realiza de manera destructiva, y muchas mas, afortunadamente se trata de una cruzada positiva.

Tal vez, el ser humano de nuestros días, no deba enfrentar la situación de explicarse a si mismo ante un ser venido de otro mundo, sin embargo, eso no le exime de hacerlo ante sus semejantes. Ser reconocido en esencia se convierte en el motor cotidiano.

Y si es tan importante para todos, ¿Por qué no comenzar reconociendo a los que más lo necesitan y menos reconocimiento ofrecemos? Una mirada cariñosa a quien nos pide monedas en la calle, un buenos días al guardia del banco, una palmada al empleado, un sincero abrazo al cónyuge, una atención total al hijo. Una sonrisa al vecino con quien nos cruzamos en calle, no importa que no sea lo habitual, al fin de cuentas, nosotros como todos los demás, vivimos en la misma comunidad. ¿O estamos esperando una invasión extraterrestre para percatarnos definitivamente que aquí en la tierra todos somos uno y estamos hermanados?.

jueves, septiembre 3

Dese la vuelta que no hay dinero

Y de pronto la economía mundial se encuentra de nuevo en crisis y nosotros nos vamos quedando sin dinero. De nueva cuenta la gente que se había acostumbrado a vivir de una manera más desahogada habrá de volver a la era del con-su-mismo.
No está nada mal, si tomamos en cuenta que implica volver a la situación en donde la persona es invitada de nuevo a probar de una manera más exigente sus propios recursos y medir posibilidades, descubriendo herramientas insospechadas que le permitirán seguir creciendo y haciéndose fuerte.
Sé que más de alguno pensara con razón, que el excesivo optimismo no vale de nada cuando la casa está hipotecada y en peligro de perderse, o la despensa se queda cada vez mas vacía, o los recursos ahorrados van mermando ante la desesperación de quien no encuentra trabajo y ha de alimentar a la familia. Sin embargo el contraste ante una realidad y otra estriba en la actitud de quien la percibe. Dicen que el optimista es quien busca al caballo cuando recibe en una caja el “abono” de este.
Es verdad que la diferencia no se encuentra en sentirse optimista o pesimista, sino en el control sobre la situación que pueda tener la persona. Quien advierta que la contrariedad que se presenta puede convertirse en una oportunidad de crecimiento y expansión habrá de convivir con la problemática de manera más sana y enriquecedora, previniéndose en la búsqueda y encuentro de posibles soluciones; ya que el problema si bien afecta al individuo, no lo controla. Quien pierde el control y se lo otorga a la situación, mirará con desesperación como se convierte en un ser totalmente vulnerable a merced de una serie de acontecimientos que atacan y destrozan su propia vida sin poder hacer nada al respecto. Y lo que es peor, perderá de vista aquellas oportunidades de saneamiento que pudieran ir presentándose en el camino.
No se trata de evadir la crisis, ni de evitarla si es inevitable. Tampoco es posible negarla con fundamentos optimistas y fantasiosos que en nada ayudan pues tarde o temprano quien sufre la problemática habrá de desafiarla. Antes bien, es menester que quien se enfrenta a la resolución de un conflicto de vida se prepare como en todas las luchas, reforzándose ante el rival. Permitiéndose saber cuáles son esos puntos de fortaleza que le animarán a hacerse con la victoria. Y reconociendo sobre todo que a pesar de la contrariedad siempre existen recursos no contemplados que permitirán ir sorteando el apuro de forma por demás insospechada.
Un cambio de actitud no tiene que ver con esfuerzos descomunales y agotadores, no es algo tan difícil de realizar si se tiene constancia y voluntad. Se comienza con poco, y ese poco como la bola de nieve va dando lugar a un crecimiento mayor. Mi ejemplo favorito tiene que ver con la percepción del clima, un día lluvioso puede ser molesto por habernos fastidiado los planes o hacernos incomodo el desplazamiento, o puede ser romántico y divertido. En el primer caso, nos sentimos a merced de los elementos, en el segundo caso, somos nosotros quienes decidimos aprovechar lo que sucede y utilizarlo a nuestro favor. En la economía familiar sucede lo mismo. Es probable que la compra de ropa nueva o de marca se vea afectada, pero ¿Quién dijo que no se puede ir marcando tendencia e innovar con lo que ya tenemos en casa? Todo es cuestión de imaginación.
Darse la vuelta porque no hay dinero significa dejar de mirar en la única dirección en que se miraba y buscar un nuevo paisaje en donde la falta de liquidez no sea el impedimento para seguir hacia adelante.

miércoles, septiembre 2

Capitán

Hay veces en que la vida se las arregla para deshacer enredos de la forma más inverosímil. Estoy convencida que cada situación tiene un porqué profundo y poderoso, que nunca llego a comprender sino después de mucho tiempo, en que el recuento reflexivo me convence que no podía haber sido de otra manera.

Algunas veces, incluso me he convertido en testigo o he actuado involuntariamente, a ciegas y sin propósito, en alguna una de estas situaciones tan exquisitamente organizadas. El asombro viene después, cuando el resultado final sorprende tanto que ni el guionista más afamado ha logrado imaginar tal cierre de situaciones con semejante perfección y calculo.

La historia que estoy por referir es un buen ejemplo.

Capitán, un perro Basset Hound, de orejas largas y mirada triste, salió de su casa en Guadalajara, ciudad grande y complicada; supongo que buscando los amores furtivos de alguna dama canina de la calle y se perdió. Llegó a casa de mi hermana una noche de tormenta, ella se compadeció de su lastimero llanto, y le permitió la entrada a la cochera.

Al día siguiente el perro ya tenía nombre y un plato lleno de comida. Pero no casa definitiva. Ella ya tenía otro morador canino, así que decidió llamarme para averiguar si me interesaba quedarme con el animal. Yo llamé a mi amiga, quién vivía al otro lado de la ciudad y que acababa de sufrir el tercer robo en su casa en ese mismo año, de modo que se encontraba asustada ante la posibilidad de un nuevo allanamiento.

Mi amiga dijo que si de entrada, sin averiguar siquiera la raza de Capitán.

Dos noches estuvo Capitán como eventual velador de la casa de la nueva dueña. Dos noches antes de que mi amiga, desesperada por el hábito nocturno de aullarle a la luna, decidiera a su vez, buscarle un nuevo dueño. No había mucha gente dispuesta a recibir un perro adulto. Mi amiga recordó que el velador del edificio donde tenía su consulta, había perdido hacía muy poco tiempo a su fiel perro pastor alemán. Mi amiga considero que un perro reemplazaría con facilidad al otro perro.

Pero cuando se acerco por la tarde con Capitán dentro del auto, se encontró que el señor no llegaba aún a su trabajo nocturno, el edificio estaba vacío y los jardines aledaños se encontraban cerrados por la verja protectora. Esperó más de una hora y el velador seguía sin aparecer. Tenía una cita, así que decidió meter al perro y al día siguiente acudir a dar explicaciones.

Es en este momento cuando la vida se encarga de dar el guiño final a la historia. La guinda que corona el pastel estaba por presentarse.

Mi amiga dejo el perro, cerró la verja y se lanzo a su cita.

Al día siguiente se encaminó a su trabajo esperando encontrar al perro al lado del velador. Ella suponía que habiendo pasado el tiempo suficiente el trabajador habría terminado por encariñarse con el animal y acabaría por adoptarle. En cambio se topo con el velador concentrado en sus labores de limpieza y extrañamente solo. No había perro ni cerca ni lejos. Al mirarla, a manera de saludo, le dijo: “Doctora, hoy me ha ocurrido la cosa más extraña de mi vida. Los señores para quienes trabajo en ocasiones, perdieron su perro y no se como diablos el animal vino a parar aquí durante la noche, hoy se los llevé y me dieron una buena recompensa”

martes, septiembre 1

Cita

Decia Santa Teresa de Jesús: "Tristeza y melancolía no la quiero en casa mía"

Quehaceres cotidianos

Hace poco, uno de mis querido lectores me comento que iba conociendo de mi vida a través de lo que escribo. Es verdad. No hay nada más que impacte mi alma enamorada, y aniñada, que los pequeños acontecimientos cotidianos que van colocando pinceladas de color a mi acuarela diaria.

No hace falta salir muy lejos para que nos podamos dar cuenta que la vida constantemente esta regalando muestras gratuitas, como los supermercados en domingo, para que nos animemos a disfrutarla en plenitud. Las minúsculas flores que tímidas asoman su breve belleza a los lados de la banqueta, son atrevidos guiños de la naturaleza que nos espera nada más salir de la ciudad. El cielo con sus nubes de forma caprichosa. Los campos plagados de flores, de cultivo reciente y promisorio. El trigo joven que se mece como agua de mar al arrullo del viento.

Es hermoso ver la sonrisa desdentada del niño travieso, que llega sudando a plantarle a la madre un beso con sabor a chocolate. O la pareja de ancianos que siguen recorriendo camino, balanceando el ritmo al andar, en sintonía profunda, mano con mano, dejando que el paso de uno marque el andar del otro. Es hermoso mirar la fuente mientras salpica con la complicidad del viento, a los pájaros que buscan en ella baño y bebida, o a los viandantes niños que son los que más se sorprenden y disfrutan pues no cuentan con el remordimiento de la ropa mojada, o el peinado estropeado.

La vida no deja de seguir sorprendiendo, somos nosotros quienes no permitimos que la sorpresa se presente como alegría inoportuna. A veces olvidamos que nos está permitido conservar el asombro infantil en nuestra alma de adulto.

Es afortunado quien sabe lo que encuentra, quien disfruta aun lo pequeño por pequeño. Quien se atreve a detener la marcha y mirar con asombro la fila de hormigas que afanosas transportan las hojas aun verdes, los insectos muertos, sin inmutarse ante obstáculos o carga, por pesada que sea. Es afortunado quien apaga el radio y escucha el trino del pájaro solitario que llama a su pareja o advierte que su territorio esta ocupado. Quien se da tiempo para sentir el sol en la cara y espalda, para mojar los pies en la lluvia reciente, para tocar la hierba, nada relaja más que el reconfortante masaje que ofrece el caminar por el pasto con los pies descalzos.

Son pequeños lujos gratuitos, que siempre están ahí. Que se disfrutan si se saben disfrutar. Que ofrecen consuelo en días tristes, acompañan en el gozo, intensificando el placer de ser feliz.

Se que de asistir al baile, he de elegir si bailo o miro bailar. He elegido bailar siempre, aunque me duelan los pies, más de una vez he arrinconado bajo una mesa los lujosos zapatos de baile, por dolorosos e incómodos, y me he lanzado a la pista sin más protección que la media que cubre mi pie.

La vida pasa deprisa, y me doy cuenta que no forma parte de su naturaleza la de esperar.

jueves, agosto 27

Me fatigan los agobios!!

Esta semana que yo preví de relax total se ha transformado en semana de agobios continuos. No cabe duda que la vida se divierte repartiendo guiños y cambiando planes, no hay nada como seguir fluyendo, flotando en el mar de agobios, fatigas y otras excentricidades, de esas que solo se nos ocurren a las amas de casa aburridas.

domingo, agosto 23

Decir Adios

El adiós es necesario para las bienvenidas. Y sin embargo, si de algo he huido en este mundo, ha sido de las constantes despedidas a las que me he tenido que enfrentar. No me gusta despedirme, no me gusta decir a la gente que no he de volver a ver en mucho tiempo que me estoy despidiendo. Prefiero dejar abierta la puerta de la ilusión pensando que al día siguiente se producirá de nuevo el encuentro cotidiano.
Pero el adiós es inevitable, hemos comenzado a despedirnos desde el mismo momento en que abandonamos el cálido refugio que nos conforto durante nueve meses. Decimos adiós a nuestra madre cuando la vemos partir a lo lejos y nosotros nos quedamos encerrados en el kínder, llenos de niños también llorosos enfrentándose por primera vez de forma consciente a su despedida. Decimos adiós a los amigos cuando la hora del baño y la cena se imponen y la paciencia materna termina por desbaratar juegos y alegrías casi nocturnas. Y seguimos diciendo adiós, a los padres, a la casa de antaño, al colegio, a la mascota querida, al barrio entrañable, al amor primero, al beso que se roba por vez primera y después se entrega generoso. Decimos adiós a los hijos, al trabajo, a los amigos y a la vida.
Pero el adiós entraña el descubrimiento primero de lo que está llegando. No hay una puerta que se cierre sin que otra se abra de improviso. Y muchas veces aferrados a lo que se queda y de espaldas a lo que está por llegar no reparamos en la buena nueva. Es verdad que lo único que permanece en nuestra vida es el cambio constante. No hay más permanencia que la no permanencia. La gente entra y sale de nuestra vida como maestros puntuales que llegan y reparten su lección y desaparecen sin esperar siquiera el resultado de las notas. Nosotros mismos entramos y salimos en la vida de otros, muchas veces algunas de estas personas siguen permaneciendo a nuestro lado, en un íntimo desafío a la inevitable despedida. Y sin embargo, como diría Galileo, se mueven. La gente aun sin despedida obligada, pero sutil, sigue cambiando, evolucionando con constancia. Vida y circunstancia vienen a aflorar en un ser nuevo cada mañana, obligando a quien vive el encuentro a la bienvenida una implícita adaptación, pues ya no es el mismo, como tampoco es el mismo interlocutor. Cambios pequeños, decisiones múltiples, frustraciones, alegrías, nuevos aprendizajes, noticias buenas y malas. Cada pequeña situación va dando lugar a un reacomodo que termina por originar una mudanza en la persona.
Es injusto aquel que dolido reclama al otro que ya no es como antes, porque nadie puede ser el mismo de antes. Es necesario decir adiós incluso al compañero cotidiano, para dar la bienvenida a lo nuevo, que sigue siendo el compañero cotidiano.
Decir adiós entraña en sí, la maravillosa posibilidad del saludo pronto y fraterno. Trae consigo la promesa del encuentro futuro, entraña la añoranza, el recuerdo aderezado por la nostalgia que alimenta sueños de futuro encuentro.
Nunca me ha gustado despedirme y mirar en los ojos de la gente que tanto amo ese dejo de triste nostalgia por el desencuentro que comienza producirse, aun no me he marchado y ya me duele la partida. Aun no dejo de verlos y ya comienzo a sentir la punzada cotidiana del abrazo perdido, de las risas compartidas, y del cariño que se derrama en las tardes de tertulia. Y sin embargo, aun con esa necedad con que evito las despedidas, se que forma parte del quehacer cotidiano, se que se convierten en la sartén en donde cocino mi cada día.
Supongo que a fuerza de vivir de despedidas indeseadas, terminare por acostumbrarme, supongo también que será el día en que inevitablemente termine por morirme.

jueves, agosto 20

¿A cómo la felicidad?

Tengo la sensación que desde que el ser humano se vio como humano, con posibilidad de incidir en si mismo y su destino, con emociones tal vez incomprensibles en un principio, pero no por ello menos reales y tangibles, se dedico a perseguir la felicidad. Ese estado de animo en donde la vida parece tener un sentido especial, en donde quien la vive se siente en concordia con cada uno de los seres que conviven en su entorno, y en donde pareciera que la vida es mucho más que el resultado de múltiples actividades cotidianas.

Seguimos buscándola, y cada quien a su manera se esfuerza por encontrarla allá donde le parece más comprensible se pueda encontrar, aunque a veces raye en lo inverosímil, como quien se da por buscar la llave bajo la farola, no por haberla perdido en ese lugar, sino porque ahí hay mas luz.

Es decir, buscamos la felicidad en el sitio mas fácil, menos complicado pero ciertamente el menos propicio para dar con ese sentimiento que inunda de plenitud. Es increíble la cantidad de farolas que se encienden cada día con la oferta de ser feliz. Buscarla ahí resulta sencillo, lo difícil, verdaderamente difícil, es encontrarla guardada en ese sitio.

Porque ahí no existe.

¿Cómo encontrar desde fuera un sentimiento que nace desde dentro?

Es feliz quien lo vive, quien ha logrado darse cuenta que para ser feliz no hace falta sino contar consigo mismo y su capacidad de encuentro, de asombro, de valiente energía para desechar lo convencional y hacerse con aquello que resulta sencillo y noble. Es feliz quien se descubre en si mismo y en los demás, quien comparte un guiño que le acerque al prójimo próximo. Es feliz quien advierte en el amanecer el gozo de la nueva luz que irradia de energía la promesa del nuevo día, quien se deja envolver por el trino cotidiano de los pájaros, no por escucharlos, sino por darse cuenta que avanza por la vida con los sentidos abiertos, no con las emociones adormiladas.

A pesar de lo que anuncios y comerciantes declaren, la felicidad ha seguido hasta el día de hoy sin venta. No se compra, ni se adquiere como gozo secundario del articulo de moda. Se acerca libre y sutilmente a quien esta dispuesto a percibirla advirtiendo su presencia escondida entre los momentos cumbre, como lo manifestó Maslow, momentos que a pesar de su nombre que evoca grandes escaladas, se componen de cosas tan sencillas como el beso de una madre, la sonrisa del niño ante el gozo de la primer nevada, o el tacto de la hierba olorosa bajo unos pies descalzos en un calido día de verano.